Cuando somos niños, aprendemos cosas del entorno a través de las actividades, la exploración y la manipulación constante. Representamos el mundo a nuestra manera y también aprendemos a controlarlo a través de la acción.
Mediante el juego, reproducimos el contacto con los demás, y adquirimos papeles o roles que son complementarios al propio, pero en todo juego hay unas reglas, donde se producen esta interacción de roles, y en consecuencia, la cooperación, que consiste al fin y al cabo en ponerse en el punto de vista de la otra persona.
Vistos estos factores… ¿Por qué dejamos de jugar entonces?
Gracias a mi experiencia con Coach&Play, me teletransporté a mis tiempos de patio. El patio donde aprendías sin estudiar, donde adquirías nuevos valores compartiendo tu tiempo de juego, donde resolvías los problemas en equipo, y donde al fin y al cabo todos éramos niños.
No es que en Coach&Play tengan una varita mágica, no. Nos hicieron pensar de una manera imaginativa y creativa, diferente a nuestro patrón rutinario de pensamiento .Esto, sirvió de motor de cambio, y conseguimos ideas frescas e innovadoras.
Al no haber una recompensa, por alcance de objetivos, estuvimos centrados en lo que teníamos que hacer, sin presiones. Nuestra motivación interior era enorme, y descubrimos habilidades nuevas en cada uno de nosotros. Éramos autónomos en lo que hacíamos, pero esa sensación de equipo hizo que nos preocupásemos por los demás.